miércoles, 30 de junio de 2010

SEXUALIDAD I


En un modelo coitocéntrico, genitalista y falocéntrico, como el hoy y aquí hegemónico, el varón asume el placer de la mujer, a través del coito, lo que constituye un hecho veladamente pretencioso y un absurdo fisiológico. No es el coito una vía fácil para que una mujer llegue al orgasmo, ni supone, en verad, una tragedia que un varón eyacule.

La tragedia es hacer de una sola práctica la reina, que ésta llame inmaduras a todas las demás. La tragedia es tomar la parte por el todo: hacer invisible al resto del inmenso universo sexual que late en cada persona para apreciar solamente una cosa: la cópula.

El discurso que hemos mamado, repetido en la calle, en la tele, en páginas a buen precio, en conversaciones inocentes... está hecho de tópicos; tópicos vestidos de ciencia, tópicos en forma de consejo, tópicos disfrazados y que disfrazan la moral religiosa que en el fondo les sustenta.

Pero claro, como el pez es el último en ver el agua, nunca se nos ocurrió pensar que nadábamos en agua no hecha sólo para el placer sino, también, para el estrés. Y ya se sabe, cuando el agua se pudre hay que cambiarla.

Pensar que para tener sexo ha de haber una erección de por medio es uno de los maravillosos supuestos repletos de estrés y de poca originalidad. Así como el patriarcal-inepto invento freudiano del "orgasmo vaginal" (por cojones hay que correrse follando) o la llamada "eyaculación precoz", algo que caracteriza a todos los primates varones y que para nosotros es un problema, cabe decirlo, desde tan sólo 1974, año del nacimiento del término.

Aquí empieza una saga de deshaogos, intentad nadar, que es verano.